¡Hola a todos!
En el post de este mes quería seguir un poco el hilo del anterior, y explicar un poco más en detalle con algún ejemplo, algunas de las cosas que solemos trabajar en Equitación Terapéutica que se orientan a la mejora de ciertos aspectos físicos que influyen en el día a día de todos los niños.
Para los niños, todo es nuevo y complicado al principio, pero se enfrentan a los nuevos retos con ilusión puesto que quieren ir siendo cada vez más autónomos e independientes. Pero, ¿qué ocurre cuando se esfuerzan mucho por conseguir algo, ven que sus compañeros lo logran, y ellos no? Se pueden dar diversas reacciones ante esta situación, y no todas negativas, pero son situaciones que no le dejan psicológicamente indiferente a nadie.
Porque siempre es difícil ser el que destaca, el que es diferente a los demás (ya sea para bien o para mal), pero sobre todo cuando eres el que se queda atrás porque te cuesta hacer las cosas. Es muy frustrante y desmotivador no conseguir resultados.
Un ejemplo que suelo utilizar mucho es: imaginemos a un niño al que le cuesta mucho vestirse, y se niega a hacerlo todas las mañanas antes de ir al cole. Le supone mucho esfuerzo, y como siempre es una pelea el tema, sabe que si crea suficiente tensión, su madre o su padre van a terminar haciéndolo ellos.
Esto es una situación que les ocurre a muchos niños y niñas, pero presentan mayor dificultad y resistencia a hacerlo por sí mismos aquellos que tienen una patología física y/o psicológica añadida. Su mecanismo de defensa para prevenir la frustración es negarse a hacerlo, lo cual retrasa el proceso de aprendizaje puesto que no se pone en práctica.
Cuando los niños comienzan con nosotros a hacer Equitación Terapéutica, se les enseña desde el principio la rutina de limpieza y cuidado del caballo, y también a ponerle la montura y la cabezada. No es algo voluntario, (siempre se les pide al nivel que son capaces de hacer, y cuentan con ayuda en todo momento) ya que si el caballo no está limpio y preparado no se puede montar. Durante estos procesos, tienen que abrir cajas, botes de distintos productos de limpieza, así como atar velcros y distintas hebillas mucho más complicadas que unos zapatos o una cremallera de un jersey. Los/as niños/as son menos reacios a negarse a hacerlo (aunque cuesta igual o más), o al menos intentarlo, porque saben que es parte del proceso necesario para después subirse, y tienen ganas de hacerlo.
Al principio, estos procesos llevan casi toda la hora, pero se les motiva y refuerza cada pequeño avance para que vayan cogiendo confianza e ilusión. De manera discreta estamos mejorando su motricidad fina, y también animándoles a hacer las cosas por ellos mismos e inculcándoles nuevas rutinas de autonomía que poco a poco irán llevando a su día a día.
No ocurre de golpe, pero utilizando al caballo como motivación, y con mucho trabajo y paciencia, se consiguen esos pequeños cambios que mejoran la vida de los niños.